Leer | Juan 20.19-23
30 de
abril de 2014
¿Puede usted
imaginar la impresión de los discípulos cuando Jesús se les apareció? Después
de días de estar escondidos, temiendo por sus vidas y lamentando la pérdida de
su Maestro, los seguidores de Cristo quedaron atónitos al verlo de pie ante
ellos en una habitación que estaba cerrada con llave.
Como si el
impacto que les causó su aparición no hubiese sido suficiente, les hizo la
siguiente declaración: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn 20.21). El peso de esas
palabras debió haberles parecido abrumador. Después de años de escuchar a Jesús
hablar de su propósito divino, ahora los discípulos recibían un encargo
semejante. Así como el Padre había enviado a Jesús, Él los estaba enviando
ahora al mundo para extender el evangelio, sanar a los enfermos, servir a los
necesitados y glorificar al Padre celestial.
Muchos
cristianos leen este pasaje, y piensan: “Me
alegro de no haber estado allí para recibir esa “orden de movilización”.
Pero ¿sabe una cosa? Sí estaba. Esa habitación no albergaba solo a los once
apóstoles restantes. Lucas 24.33 dice que otros
seguidores “estaban con ellos”. De modo que, cuando Jesús dijo en Juan 20.21: “Así también yo os
envío”, estaba hablando a todo el cuerpo de creyentes.
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