Leer | HEBREOS 6.11, 12
1 de octubre de 2013
El Señor no habría hecho todas las promesas que hay en la Biblia si no hubiera querido dar a sus hijos grandes bendiciones. Sin embargo, no podemos ser presuntuosos y dar por hecho que tales beneficios nos pertenecen de manera automática. Entonces, ¿cómo podemos apropiarnos de las promesas de Dios con la expectativa de que Él responderá nuestras peticiones?
Hay ciertas preguntas que debemos hacernos para evaluar las necesidades que traemos a nuestro Padre celestial:
• ¿Esta promesa atiende mi necesidad o deseo personal?
• ¿Estoy pidiendo con un espíritu de sumisión a su voluntad?
• ¿Puede Dios cumplir esta petición sin perjudicar a otra persona?
• ¿Le agrada mi petición a Dios?
• ¿Será Dios honrado con el cumplimiento de mi petición?
• ¿Mi petición contradice de alguna manera a la Palabra de Dios?
• Si Dios cumple esta promesa, ¿ayudará ello a mi crecimiento espiritual?
Una vez que hayamos respondido estas preguntas, heredar las promesas divinas dependerá de tres requisitos: Primero, necesitamos tener fe. Nuestro Padre quiere que confiemos en Él, y el Señor premia a quienes lo hacen (Gn 15.6; He 11.6). Segundo, debemos ser obedientes a todo lo que sabemos que es su voluntad para nosotros —nunca recibiremos lo mejor que Él da si lo desobedecemos deliberadamente. Tercero, debemos tener paciencia para esperar el tiempo perfecto del Señor.
Hacer estas cosas bien vale la pena, considerando las bendiciones que Él anhela darnos.
Dios te bendiga!
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Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa , y que no haya entre vosotros divisiones , sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer . Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cad...
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