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La excelencia de la humildad

27 de marzo de 2013
La vida de Jesús fue un ejemplo de humildad. Él no hizo valer sus derechos divinos en la Tierra, sino que dejó atrás la gloria y la autoridad que le pertenecían. Se revistió de humanidad para ser un siervo obediente a su Padre celestial (Fil 2.5-8).
El ejemplo de nuestro Salvador fue y sigue siendo contracultural. Este mundo no aprecia una actitud o un estilo de vida de humildad; por el contrario, aplaude los grandes éxitos, la belleza exterior, las posiciones elevadas y las habilidades excepcionales. Pero Dios nos asegura que si elegimos la mansedumbre, es decir, una vida de sumisión a Jesús como el Señor de nuestras vidas, Él nos recompensará tanto en esta vida como en la venidera (Mt 5.5).
En los versículos de hoy, Pedro habla de las alternativas que tenemos. Está la promesa de bendiciones espirituales si elegimos el camino de Dios para la humildad. Pero si le damos la espalda a este camino, tendremos la oposición del Señor porque estaremos obrando arrogantemente. Mientras que al rendirnos humildemente a su autoridad, con el deseo de obedecerle, Él será nuestra fuente de fortaleza y confianza.
Hay algo más que considerar: ya que, a veces, aceptamos la importancia que da la sociedad a la gratificación instantánea, tendemos a querer el reconocimiento ahora mismo. Pero Dios nos honra de acuerdo con su manera y su tiempo perfectos.
La decisión es suya: ¿Se humillará y vivirá para la gloria de Dios, en vez de la suya? ¿O trazará su propio camino y decidirá oponerse arrogantemente a Dios? Si usted es sabio, la decisión no le resultará difícil. Pídale a Dios que le indique cualquier aspecto de su vida que esté guiada por el orgullo.
Dios te bendiga!

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