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La tentación: Fuerte, pero no irresistible

13 de marzo de 2013
Satanás es tan astuto que fue capaz de engañar a Eva para que pecara. Su respuesta a la pregunta que él le hizo (Gn 3.1, 2) revela que Eva sabía exactamente lo que Dios le había dicho. ¿No somos también nosotros así hoy? Sabemos exactamente lo que dice la Palabra de Dios, pero muchas veces no obedecemos al Señor.
¿Pasa usted más tiempo complaciendo sus deseos, ­incluso si eso significa, practicar el pecado­ en lugar de meditar en las Sagradas Escrituras y orar? Tenemos un enemigo que no solo es sagaz e inteligente, sino también cruel e implacable. Su objetivo es alejarle de su Creador, detener su crecimiento como creyente y minimizar su influencia en bien del reino de Dios. Él conoce sus debilidades; también sabe cómo sorprender, atraer y disfrazarse.
Por esta razón es imprescindible que cada creyente mantenga una fuerte defensa por medio de una comunión renovada y continua con Jesucristo. Él es nuestro refugio, y su Palabra un arma muy eficaz.
El Señor es santo; Satanás es perverso. Aprenda, por lo tanto, a responder a la tentación sabiendo que el origen de ella es un enemigo perverso decidido a robarle su gozo y a destruir su efectividad como hijo de Dios. Por lo tanto, acuda al Señor y pídale que le ayude a vencer. Él es el Aquel que puede —y está dispuesto— a darle la victoria.
Recuerde esto: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Jn 4.4). Acuda al Señor cuando Satanás le lance sus dardos. Ore, diciendo: “Gracias, por ser tu hijo. Te ruego que me protejas”. Y Dios, que es fiel, le dará su ayuda para que escape (1 Co 10.13).
Dios te bendiga!

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