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En busca del favor de Dios

10 de septiembre de 2013
¿Se ha sentido tentado a pensar alguna vez que el Señor tenga favoritismo? Algunas historias de la Biblia dan esa impresión. Hablemos de María, por ejemplo. Cuando el ángel Gabriel la vio, le dijo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo” (Lc 1.28). Pensemos después en Moisés; Dios le habló cara a cara, como habla alguien con su amigo (Ex 33.11). Y, por supuesto, tenemos a Samuel, quien crecía en el favor del Señor y en el de toda la gente (1 S 2.26 NTV). La Biblia dice que Dios no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras (3.19). ¿Son ellos ejemplos de favoritismos?
A pesar de las apariencias, no es así. Como aprendimos en la meditación de ayer, Dios puede conceder o quitar el favor, pero eso no sucede arbitrariamente. El favor de Dios está disponible para todos.
¿Cómo se obtiene, entonces, el favor del Señor? Ante todo, hay que pedirlo. El salmista dice: “Supliqué tu favor con todo mi corazón” (Sal 119.58 LBLA). Luego, en el pasaje de hoy en Proverbios, aprendemos que podemos hacer nuestras la misericordia y la verdad, y que ellas pueden llevarnos al favor ante los ojos de Dios y de los hombres.
Un pasaje de la Biblia especialmente útil se encuentra en el Salmo 25. Aquí se nos dice que “los secretos del SEÑOR son para los que le temen” (v. 14 LBLA). La palabra “secretos” en este contexto se refiere a una comunión dulce y estrecha. Esta comunión está disponible para quienes temen a Dios, lo que significa que son para todos los que deciden andar en bondad, obediencia y el temor del Señor.
Dios te bendiga!

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