Leer | ROMANOS 3.21-26
24 de abril de 2013
Romanos 3 comunica la esencia misma de las Sagradas Escrituras. Sin la cruz de Cristo y su muerte expiatoria, nadie puede ser declarado justo.
En otras palabras, solo hay una manera de llegar a ser un hijo de Dios: por medio de la sangre del Salvador (Jn 14.6). Las buenas obras y la vida correcta no ganarán el favor del Señor, porque toda persona peca inevitablemente y un pecador no puede entrar a la presencia del Dios santo. El derramamiento de la sangre de Cristo en favor del mundo, hizo posible que cualquier persona sea limpiada del pecado y tenga una relación con el Creador. El único requisito es confiar en el Señor Jesús como su Salvador.
Para que Dios sea justo, Él debe mantenerse fiel a sus propios principios. Su santidad dictaba que “el alma que pecare, esa morirá” (Ez 18.4). El castigo por el pecado, es decir, la muerte, tenía que ser pagado de una manera aceptable a Dios. Él dijo por medio de Moisés que era necesario un sacrificio: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona” (Lv 17.11). Había que dar una vida, para que la vida de otra persona pudiera salvarse.
En consecuencia, el Padre celestial proveyó un sacrificio perfecto y sin pecado en favor de toda la humanidad. La única manera que había para que la justicia de Dios fuera satisfecha era que Jesucristo tomara nuestra culpa y nuestro pecado sobre sí mismo, y muriera en lugar nuestro.
Cuando decimos que hay un solo camino al Padre, queremos decir que una persona debe creer que Jesucristo murió a su favor como un sacrificio perfecto. Confiar en cualquier otra cosa, es ignorar la santidad de Dios y lo que dice su Palabra (Hch 4.12).
Dios te bendiga!
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Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa , y que no haya entre vosotros divisiones , sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer . Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cad...
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