Cuando tenemos una relación directamente con Dios podemos hablar como David que decía: Te he visto en tu santuario y he contemplado tu poder y tu gloria. Tu amor inagotable es mejor que la vida misma, ¡cuánto te alabo! Te alabaré mientras viva, a ti levantaré mis manos en oración. Tú me satisfaces más que un suculento banquete; te alabaré con cánticos de alegría. Recostado, me quedo despierto pensando y meditando en ti durante la noche. Como eres mi ayudador, canto de alegría a la sombra de tus alas. (Salmos 63:2-7 NTV)
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