Leer | Juan 19.17-22
8 de
julio de 2014
En el tiempo
de Jesús, la crucifixión era utilizada por el gobierno romano como un método de
ejecución de criminales. Pero Dios transformó la cruz en un símbolo que une a
los cristianos de todo el mundo. Es la esencia de lo que creemos, y sirve como
eje central del mensaje del evangelio. Cuando reflexionemos en la cruz,
pensemos en…
Jesús
y su vida perfecta. Nuestro Salvador dejó el cielo para morar en la tierra y
convertirse en uno de nosotros. Mientras estuvo aquí, llevó a cabo
obedientemente la obra que el Padre le encomendó (Jn 5.19). Por su vida
perfecta, solamente Él estuvo calificado para ser nuestro sustituto y recibir
el castigo de Dios por nuestros pecados.
La
crucifixión.
Cristo fue a la cruz para reconciliarnos con Dios. Sufrió una muerte dolorosa
por nosotros, y por medio de su sacrificio nuestra deuda de pecado ha sido
pagada, y nada más se necesita para nuestra salvación.
La
resurrección y la ascensión. Al tercer día después de haber sido sepultado,
Dios levantó al Señor Jesús de los muertos. El sacrificio del Salvador en la
cruz fue aceptado como el pago por nuestros pecados, y el camino al cielo fue
abierto para todos los que confíen en Jesús. Nuestro Señor resucitado, después
de haber aparecido en la Tierra a muchas personas, ascendió para vivir
eternamente con su Padre. Jesús venció a la muerte, e hizo posible que podamos
morar en el cielo algún día.
Gracias
a la cruz, los acontecimientos del Calvario siguen siendo de vital importancia.
Tome tiempo hoy para dar gracias al Señor por la cruz.
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