Leer | 1 Timoteo 2.1-8
23
de julio de 2014
Después de observar
el rumbo pecaminoso que está tomando nuestra nación, reconocemos fácilmente
la necesidad de un cambio. Pero la solución de Dios para nuestro problema es
sorprendente. Pablo le ordena a Timoteo que establezca algunas prioridades en
la iglesia, y lo primero en la lista es orar “por los reyes y por todos los
que están en autoridad” (1 Ti 2.2).
Pablo no
habría dado esta orden a Timoteo, de no haber creído que las oraciones de la
iglesia marcarían la diferencia para el logro de los propósitos de Dios para
su nación. Al enfocarnos en la magnitud de los problemas o en el poder de
quienes gobiernan, perdemos de vista a nuestro soberano Dios, que espera que
le pidamos que intervenga de la manera en que solamente Él puede hacerlo.
Las
políticas y la legislación de una nación no están determinadas en última
instancia en las salas de conferencias y en las cámaras del gobierno, sino en
los lugares de oración. Las voces que definen la dirección de una nación no
son necesariamente las que se escuchan en las salas donde se escriben las
leyes, sino las que se acercan al trono celestial con una fe confiada (He 4.16). Cuando la
iglesia cree y ora, el Señor responde.
Si de
verdad cree que Dios puede cambiar a una nación, es posible que usted se esté
preguntando por qué ha esperado tanto tiempo para hacerlo. Quizás Él le está
haciendo a usted una pregunta parecida: “¿Por qué has esperado tanto tiempo
para orar?” Toda autoridad en la Tierra puede ser tocada por el poder de la
oración, si estamos dispuestos a pedir y creerle a Dios.
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Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa , y que no haya entre vosotros divisiones , sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer . Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cad...
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