Leer | Nehemías 2.1-9
18 de
julio de 2014
A lo largo de
la vida, el desánimo nos causará sentimientos temporales de desilusión. Pero si
sufrimos una y otra vez contrariedades, el desánimo puede alojarse en nosotros
y afectarnos de diversas maneras.
Primero, se
produce una división en nuestra mente. Nos resulta difícil concentrarnos, no
importa dónde estemos o quiénes estén con nosotros, seguimos pensando en la
desilusión.
Luego,
buscamos a alguien a quien culpar. Es fácil pensar que nos sentiremos mejor
diciendo que el problema es por causa de otra persona, e incluso señalar a Dios
por permitir la prueba.
A medida que
nuestra actitud empeora, comenzamos a enfocarnos en lo que no nos gusta o no
tenemos, hasta que estallamos de cólera porque personas o circunstancias nos
han fallado.
Con el
tiempo, el desánimo conduce a tomar decisiones poco sabias. Con una mente
dividida, un enfoque equivocado, una actitud negativa e ira en el corazón, no
pensaremos con claridad ni actuaremos de una manera agradable a Dios.
De la
historia de Nehemías podemos aprender cómo vencer el desánimo. Después de orar,
debemos esperar en Dios con la confianza en lo que Él hará. El Señor movió el
corazón del rey, quien se mostró solidario con su copero dándole los soldados y
lo que iba a necesitar. Nehemías aceptó la ayuda y se adelantó para reconstruir
Jerusalén.
Dios
moverá los corazones y enviará a las personas necesarias para ayudarnos en los
momentos de desánimo. ¿Acudirá usted al Señor con esperanza, y aceptará la
ayuda que Él le envíe?
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