Leer | Salmo 63.1-8
15 de
julio de 2014
Comunicarse
con Dios es siempre una bendición, pues el creyente que pasa tiempo a solas con
el Padre celestial puede esperar grandes recompensas. Por ejemplo, los salmos
del rey David hablan a menudo de la paz de su alma y de las energías renovadas
que experimentaba por su tiempo en la presencia de Dios. Nuestro espíritu se
aquieta con la oración, de modo que la preocupación y la frustración se
mitigan. Cuando el Señor nos renueva interiormente, podemos sentir que
desaparece la tensión de nuestros músculos. Ni siquiera el poeta David puede
explicar cómo sucede, pero la adoración al Señor resulta en nuevas energías en
nuestro ser.
Y como si eso
no fuera suficiente, nuestras emociones sufren el mismo efecto. Los domingos
después de la predicación, termino agotado. Sin embargo, he descubierto que la
cura perfecta es sentarme con la Palabra, y pedirle al Señor una renovada
sensación de su presencia y de su amor.
A pesar de
las grandes recompensas que resultan de pasar tiempo en la presencia de Dios,
muchos cristianos evitan hacerlo –especialmente cuando están tratando de
ignorar el pecado de sus vidas. Por eso hay que recordar que el Señor está
resuelto a purificar nuestros corazones para que podamos ser conformados a la
imagen de su Hijo.
De
manera que, el deseo de hacer frente a cualquier cosa que ponga estorbos a
nuestra conexión con el Padre celestial, llevará a una relación personal más
íntima con Él, y traerá muchas otras bendiciones. El tiempo invertido en su
presencia siempre es recompensado.
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