Leer | 2 Corintios 12.7-10
7 de
julio de 2014
El Señor
afirma que su gracia es suficiente para cada situación dolorosa que afrontemos.
Por su abundante bondad, amor y misericordia, no tenemos que dejarnos vencer
por el desaliento, renunciar a la esperanza, o alejarnos de su plan. Sabemos
que la gracia de Dios está obrando en nosotros cuando...
Tenemos
fuerzas para perseverar. Por medio del Espíritu Santo que mora en
nosotros, Dios libera su poder sobrenatural en nuestra vida para que podamos
seguir sin rendirnos (Hch 1.8).
Un
espíritu de confianza en Él se enciende en nuestros corazones. La gracia nos ayuda a
creer que Dios sacará algún bien de nuestros problemas (Ro 8.28).
Sentimos
su presencia
y nos concientizamos de su auxilio constante.
Mantenemos
nuestro enfoque en el Señor. La gracia nos ayuda a desviar la atención de
nuestra situación y ver la suficiencia de Dios.
Confiamos
que Dios nos dará la victoria. No simplemente para sacarnos a flote, sino para
que nuestra fe crezca.
Estamos
seguros de la soberanía de Dios. El Señor conoce nuestras debilidades. Por eso
ha prometido poner un límite a nuestras pruebas —a lo que nuestras debilidades,
fortalecidas por su poder, pueden soportar (1 Co 10.13).
El
apóstol Pablo había sufrido naufragios, cárceles y golpizas, dificultades mucho
peores a las que la mayoría de nosotros enfrentamos. Sin embargo, no se dio por
vencido porque se acogía a la gracia de Dios que encontraba suficiente para
cada circunstancia. ¿Dónde necesita usted una infusión de gracia para no darse
por rendido?
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