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El peligro de la amargura

16 de agosto de 2013
El rey Saúl lo tenía todo: la unción de Dios; al profeta Samuel para guiarlo; el poder y la riqueza del reino de Israel; la aprobación del pueblo. Sin embargo, murió amargado. ¿Qué pasos lo llevaron a su caída?
La ira. Cuando Goliat fue derrotado, la multitud alabó a Saúl como quien había matado a miles, pero a David como quien había acabado con diez miles. Pero en vez de alegrarse de que Dios había levantado a alguien para matar al gigante, Saúl se enojó con David por recibir más alabanza que él.
La forma equivocada de pensar. El violento temperamento de Saúl afectó su mente, y empezó a sospechar de los motivos de David. Comenzó a pensar que, ya que el Señor estaba con David, el joven quería apoderarse del reino.
El temor. Este sentimiento llevó a Saúl a tratar de destruir a David.
El rechazo. El rey echó a David de su presencia.
El pánico. El temor de Saúl creció con los éxitos militares de David, y con el creciente amor del pueblo por el joven.
El proceder engañoso. En dos ocasiones, el rey trató de manipular a David ofreciéndole una de sus hijas en matrimonio. Inclusive maquinó para que los filisteos mataran a David, pero falló. La reacción de Saúl fue convertirse en enemigo de David por el resto de su vida. De allí en adelante, la amargura lo controló.
Aunque los detalles de nuestras vidas son diferentes a los de Saúl, los pasos que llevan a la amargura son los mismos. Si usted está batallando con este sentimiento, acuda al Señor, arrepiéntase de su pecado y sea libre.
Dios te bendiga!

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