Leer | GÁLATAS 2.20
24 de octubre de 2012
En la vida cristiana hay una meta, expresada por Dios de esta manera: “A los que antes conoció… los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro 8.29). Este proceso se conoce como santificación. Se identifican varias etapas en el trayecto hacia esa meta, pero la mayoría de los creyentes no están familiarizados con ellas. Permítame ofrecerle algunas definiciones, para que conozca dónde se encuentra en ese camino, y sepa qué debe esperar.
La salvación es la primera etapa de la vida cristiana. Se refiere a nuestra redención del pecado gracias al sacrificio expiatorio de Cristo. Como resultado recibimos el perdón, que nos permite tener una relación con el Todopoderoso.
Después, Dios nos da la oportunidad de servirle (Ef 2.10). Fuimos creados para hacer buenas obras en el nombre de Jesús.
Luego, el comienzo de la tercera etapa: un sentimiento frustrante de incompetencia. Esta desagradable pero necesaria parte del camino, puede variar en tiempo. Sin ella, nos sentiríamos autosuficientes y orgullosos. Debemos reconocer que, aunque difícil, esta fase es hermosa, porque nos conduce a la mejor parte de nuestra vida espiritual: la total dependencia del Señor Jesús como el Señor de nuestra vida. Y estaremos logrando nuestra meta final: convertirnos en un reflejo de Cristo.
Lamentablemente, muchos cristianos no llegan al punto de una absoluta confianza en el Señor. Pablo nos recuerda que fijemos nuestros ojos en la meta de madurez en Cristo (Fil 3.14). Aprender a morir a sí mismo es doloroso pero, irónicamente, es el único camino verdadero a la vida.
Dios te bendiga!
Amen
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Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa , y que no haya entre vosotros divisiones , sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer . Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cad...
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