Leer | JUAN 8.36
4 de julio de 2012
Durante este día, los estadounidenses estarán celebrando la libertad, y con razón. Es uno de los fundamentos esenciales de su nación. Pero uno pudiera preguntarse: De todos los que celebran la libertad, ¿cuántos, en realidad, la están experimentando?
Es verdad que muchos están viviendo el sueño americano. Tienen una profesión bien remunerada y una bella casa, gracias en parte a la libertad política, pero su “búsqueda de la felicidad” no ha sido satisfecha. Esto se debe a que muchas personas siguen siendo prisioneras internamente, a pesar de su éxito aparente. Están atadas por la ansiedad y la depresión, o por el temor de perder aquello por lo cual trabajaron. No importa qué tanta libertad parezca tenerse externamente, al final descubrimos que la libertad tiene que producirse por dentro. Pero, ¿cómo tenerla?
La respuesta es Jesucristo. Isaías 61.1 profetizó un aspecto clave del ministerio del Señor, que sigue vigente: “Vino para sanar a los quebrantados de corazón y dar libertad a los cautivos”. Cuando ponemos la fe en Él como Salvador, se rompen las cadenas que nos han privado del gozo. Somos libertados de las mentiras que han sido programadas en nuestras mentes, y comenzamos a ver las cosas desde la perspectiva divina. Entonces descubrimos que nuestras necesidades, deseos y bienestar, descansan seguros en los brazos de un Padre celestial que nos ama.
¿Está usted sintiendo el peso de la ansiedad o del enojo? Mire a Jesús, el autor y perfeccionador de su fe, y recuerde que “¡hoy es el día de salvación!” (2 Co 6.2 NVI). El día en que usted pone su fe en Jesucristo es el día en que Él le hace libre del temor, y abre sus ojos para que se vea tal como es realmente.
Dios te bendiga!
Amen!
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