Leer | 1 PEDRO 2.1, 2
6 de julio de 2012
Piense en alguna vez que haya tenido muchísima sed. Probablemente habría dado cualquier cosa a cambio de un sorbo de agua. Cuando finalmente logró su deseo, no había nada que pudiera haber saboreado más que ese vaso de agua, fría y refrescante.
Compare esa necesidad física con la sed espiritual. El Señor Jesús se refirió a sí mismo como el “agua viva”, porque conocía nuestra profunda necesidad de satisfacción. Solamente Él puede satisfacer de verdad.
¿No es curioso, entonces, que vivamos en una sociedad donde la mayoría de las personas se sienten insatisfechas? En Cristo, tenemos todo lo necesario para estar contentos y satisfechos. Pero nuestro mundo nos engaña diciéndonos que vayamos tras la gloria y otros sueños vacíos. El enemigo sigue engañando, diciéndonos que sus pobres sustitutos traerán satisfacción al hambre que hay dentro de nosotros.
Nuestro Padre celestial es todo lo que necesitamos. Veamos tres pasajes de la Sagrada Escritura. Jesús se llamó a sí mismo “el pan de vida” y el “agua de vida” —el sustento que necesitan nuestras almas para sobrevivir y sentirse bien (Jn 6.34, 35; 7.38). Su Palabra es viva, capaz de enseñar, convencer y redirigirnos hacia un camino de santidad (He 4.12). La verdad de Dios, que es llamada leche espiritual, nos proporciona el alimento que necesitan nuestras almas (1 P 2.2).
Nuestros corazones son como un rompecabezas. No importa cuánto tratemos de poner a la fuerza una pieza en el lugar equivocado, ella nunca encajará correctamente. De manera que, busque al Señor Jesús, y su agua de vida dará satisfacción a su alma.
Dios te bendiga!
Amen !
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Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa , y que no haya entre vosotros divisiones , sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer . Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y y
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