Leer | 2 PEDRO 3.17, 18
4 y 5 de agosto de 2012
En muchos lugares del mundo, hay personas que van a la iglesia, inclinan la cabeza para orar y escuchar predicaciones, pero que lamentablemente no están creciendo espiritualmente.
Es muy común que los creyentes hagan esto para cumplir con sus obligaciones cristianas. Pueden cumplir con todo, pero no tienen una relación con el Señor Jesús.
Para florecer espiritualmente, tenemos que ser salvos. Lo cual sucede en el momento que Dios nos hace personas nuevas al limpiarnos del pecado y adoptarnos como suyos. Sobre esa base podemos comenzar a crecer. Pero aun con esta nueva vida, podemos permanecer estancados.
Hay ocho indicadores que revelan la calidad de nuestra peregrinación cristiana. Hoy veremos tres de ellos. Primero, los creyentes que están creciendo deben sentir hambre por Cristo. Al experimentar más de Jesús, quien es el pan de vida (Jn 6.35), nuestro deseo de Él aumentará. Segundo, los creyentes que viven estrechamente con el Salvador notarán que su discernimiento del pecado se agudiza. Las enseñanzas y las ideas falsas se vuelven más evidentes a medida que acumulamos la verdad dentro de nuestro espíritu. Tercero, nuestra esfera de amor debe seguir expandiéndose. Con el tiempo, el Espíritu Santo nos capacita para ser compasivos con personas a las que nos resultaba difícil de aceptar.
¿Tiene usted un hambre insaciable de Dios y una conciencia cada vez mayor del pecado? ¿Siente amor aun por quienes no están de acuerdo con usted y con sus expectativas? Estas son preguntas importantes que deberá hacerse para determinar la calidad de su crecimiento espiritual.
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