Leer | 1 CORINTIOS 13.11-13
1 de agosto de 2012
Puesto que nuestro Padre quiere que maduremos en la fe, debemos examinar nuestras vidas y ver si estamos progresando en este terreno. El crecimiento físico es bastante fácil de evaluar, solo se necesita una cinta métrica. Pero, ¿cómo podemos saber si estamos creciendo espiritualmente? De la misma manera en que evaluamos el crecimiento infantil.
Deseos. El proceso de maduración cambia nuestros deseos. Cuando estamos creciendo espiritualmente, los placeres del mundo pierden su atractivo, mientras que nuestra hambre de Dios y de su Palabra aumenta. Estamos ansiosos de estar con Él y de compartir con otros lo que está haciendo en nosotros.
Entendimiento. Cuando éramos pequeños, nuestra percepción del mundo era muy limitada. De la misma manera, nos falta entendimiento espiritual cuando somos creyentes nuevos. Pero, con el tiempo, comenzamos a ver la vida desde la perspectiva de Dios. Las pruebas y las tentaciones se convierten en oportunidades para crecer, y el servicio para el Señor se vuelve un honor.
Generosidad. La señal más evidente de inmadurez de un niño que empieza a andar es su egoísmo. ¡Quiere hacer las cosas a su manera, y las quiere ya! Mientras que un creyente maduro es sumiso al Señor, está dispuesto a esperar y está más preocupado por los demás que por sí mismo.
¿Cómo le está yendo en estos tres aspectos del crecimiento? Tal vez sea hora de que deje algunas cosas de niño para convertirse en un creyente maduro. La mayor evidencia de madurez es el amor. Cuando el Señor y los demás tienen el primer lugar en nuestro corazón, es que somos más semejantes a Cristo.
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Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa , y que no haya entre vosotros divisiones , sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer . Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y y
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